La educación uno de los principales Objetivos del Nuevo Milenio
Estamos en la sociedad de la información y del conocimiento. “En los últimos 20 años se ha producido más información y conocimientos que en los 5.000 años anteriores”. “La información que ofrece cada día, por ejemplo, el periódico New York Times es mayor que la que una persona podría encontrar en el siglo XVIII durante toda su vida” (Riegel, 2007). Estar en la sociedad de la información y del conocimiento significa, que ahí se condensan los valores de desarrollo y que la salida de la pobreza, el crecimiento en riqueza y el logro de poder dependen de la capacidad de obtener, manejar e interpretar la información y de la capacidad de producir conocimientos.
Pensar que produciendo y exportando más soja, más sésamo y más carne, en general más materia prima, vamos a salir de la pobreza es un grave error. La agricultura y la ganadería dan cada vez menos puestos de trabajo y aun siendo necesarias sucede que en los países ricos casi no inciden en la economía global ni construyen la economía de vanguardia. Sentirnos orgullosos porque somos uno de los países que exportan más soja y carne, es un autoconsuelo de pobres.
¿Cómo integrarse con éxito en la sociedad de la información y del conocimiento?
La respuesta ya es evidente, hay demasiados ejemplos de cómo los países que han pasado de la pobreza a la riqueza y ocupan primeros puestos en la cantidad de renta por persona, lo han hecho mediante una revolución en educación: revolución cuantitativa y cualitativa.
Revolución cuantitativa significa invertir fuertemente en educación. Hay países que han estado invirtiendo en educación durante décadas el 15 por ciento del producto interno bruto.
¿Qué producción de conocimientos podemos esperar de quienes hicieron su escuela sin aulas adecuadas, sin bibliotecas ni laboratorios, sin maestros y profesores verdaderamente competentes?
Echar la culpa a los maestros y profesores es una injusticia. Los maestros y profesores no reciben ni pueden conseguir con sus exiguos salarios la formación, ni la actualización, ni los estímulos y recursos que la profesión necesita y merece. El problema de la educación es esencialmente político. Los que tienen poder político de decisión parece que aún no han comprendido que el mayor bien común, la mayor esperanza de futuro de todo el país, la inversión fundamental está en la educación.
La revolución cualitativa viene exigida por cambios sustanciales en lo que se enseña y, sobre todo, en cómo se enseña. O dicho de otra manera complementaria, hay que cambiar decididamente los objetivos e incorporar nuevos objetivos en la educación.
Ya no se le ve sentido a poner el acento en que los estudiantes se aprendan de memoria muchos conocimientos. Cada día surgen nuevas ciencias y es imposible abarcarlas todas. Cada día se constata con más claridad que los conocimientos son rápidamente caducos y que necesitamos otros nuevos conocimientos, y pretender aprenderlos todos de memoria es inútil e imposible. Hay que poner el acento en que los estudiantes adquieran competencias que les habiliten para que constantemente en todo su futuro estén en condiciones de informarse y adquirir los conocimientos y competencias que los cambios vayan demandando.
En la sociedad de la información y del conocimiento es necesario saber pensar con nuevas formas de pensamiento; el problema no es ya dar la mayor cantidad posible de información a los estudiantes, sino que ayuden a saber seleccionarla, interpretarla y convertirla en conocimiento. Por eso sus aprendizajes deben estar orientados a la indagación y acompañados de pensamiento crítico y creatividad.
La integración en la sociedad de la información y del conocimiento exige las competencias y el dominio personal de las nuevas herramientas, lenguajes y programas de la informática en todas sus aplicaciones. La informática educativa no es una asignatura más, ni un espacio para adquirir destrezas de manipulación, debe ser la disciplina que introduce en el nuevo entorno socioeconómico y en la nueva galaxia cultural.