Crisis alimentaria lleva a 44 millones de personas a la pobreza
Como dos caras de una misma y gastada moneda, el incremento desmedido del precio de los alimentos agita el fantasma de una nueva crisis alimentaria en algunas economías latinoamericanas, a la vez que beneficia a una mayoría de la región con ganancias extraordinarias.
Los precios de los alimentos a nivel mundial se han situado a niveles peligrosos, a tal punto que han empujado a 44 millones de personas a la pobreza en países de bajo y mediano ingreso desde junio del 2010, de acuerdo al Monitor de Precios de Alimentos del Banco Mundial.
«Es claro que las recientes alzas en los precios de los alimentos están causando sufrimiento a los pobres en todo el mundo. Necesitamos una respuesta global para revertir esta tendencia –para ayudar a los pequeños agricultores, con semillas y fertilizantes y mejor previsión del tiempo; con mejores sistemas para acceder a los mercados; y también alimentos y redes de proteción social para los más vulnerables –mujeres embarazadas y niños menores de 2 años», dijo el presidente del Grupo Banco Mundial, Robert B. Zoellick.
Un análisis regional sobre la volatilidad de las materias primas indica que desde febrero de 2009 los precios internacionales de los alimentos aumentaron más de 30 por ciento y los precios de las materias primas agrícolas subieron más de 6 por ciento. Durante este mismo período, los precios de los metales y del petróleo aumentaron en alrededor de 100 por ciento.
Casi todas las materias primas importantes para la región forman parte de esta ola de aumentos de precios. En algunos países, el incremento del precio de las materias primas no alimenticias puede más que compensar el aumento en el precio de los alimentos importados.
El maíz, el aceite de soja y el aceite de palma registran los mayores aumentos – más de 7 por ciento por mes durante el período septiembre-noviembre de 2010. El oro, azúcar, cobre y café experimentaron aumentos de más de 5 por ciento por mes durante el mismo período, mejorando de manera dramática los términos de intercambio de aquellos países sudamericanos que dependen fuertemente de la exportación de alimentos y minerales, como Chile, Perú, Colombia, Brasil y los países del Cono Sur.
Excluidos de esta bonanza quedan partes de América Central y el Caribe, donde el análisis del Banco encuentra varios países altamente vulnerables a una potencial crisis alimentaria debido a su extrema dependencia de la importación de alimentos, junto a una elevada tasa de pobreza.
Dichos países incluyen: El Salvador, Haití, Granada, Jamaica, Surinam, y San Vicente y las Granadinas. Un análisis más abarcador, que contempla tanto tasas de pobreza elevadas como limitadas exportaciones de materias primas – fuente de sustento de la mayoría de economías regionales – ampliaría dicho mapa para incluir a México, Guatemala, Nicaragua, Guyana y Belice.
El impacto del aumento en el precio de los alimentos sobre los más vulnerables puede ser devastador, de acuerdo al informe, que indica que el número de pobres se incrementó en 44 millones desde junio de 2010, luego de la escalada del precio de los alimentos.
“El alza del precio de los alimentos podría suponer una amenaza al nivel nutricional y el bienestar de algunos sectores vulnerables de la población regional. La inflación de precios alimenticios tiene un efecto perjudicial sobre los consumidores, en especial los pobres urbanos, quienes gastan una proporción mayor de su ingreso en alimentos y no lo obtienen de la agricultura”, indica el informe.
Si bien aparece como una gran amenaza en partes de la región, el peligro de una crisis alimentaria puede ser abordado de manera efectiva mediante la combinación apropiada de respuestas sociales y fiscales, según funcionarios de alto rango del Banco Mundial para la región.
Reforzar a corto plazo los programas de protección social, mientras se mejora la producción y distribución de alimentos a largo plazo, podría ayudar a que los gobiernos eviten el peligro de tener que enfrentar una escasez de alimentos y aumentos en los precios, dijo el economista en jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, Augusto de la Torre.
“La crisis anterior puso de manifiesto la importancia de seguir fortaleciendo las redes de protección para los pobres en la región”, indicó de la Torre. Países con programas de lucha contra la pobreza bien estructurados y a largo plazo, como las Transferencias Condicionadas de Efectivo (TCF), establecidos antes de la crisis, pueden utilizarlos para proteger a los más vulnerables del impacto, agregó.
Los principales ejecutores de programas TCF, como Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Jamaica, México y Panamá, utilizaron las estructuras programáticas existentes durante la crisis alimentaria de 2007/8 mediante el ajuste del nivel de beneficios y/o umbrales de elegibilidad.
En Brasil, por ejemplo, el programa ‘Bolsa Familia’ se amplió a 12 millones de familias, y el importe de la transferencia aumentó en 10 por ciento. Se estima que esta respuesta tuvo un efecto mitigador considerable, amortiguando la caída de consumo entre los más pobres en casi 8 puntos porcentuales.
De la Torre considera, además, que los recientes problemas económicos mundiales han logrado que los gobiernos sean más duchos en el manejo de crisis. “Los instrumentos utilizados en 2008 pueden volver a utilizarse, incluyendo líneas de crédito contingente (DDO) y derivados tales como canjes y contratos a futuro que pueden ayudar a garantizar el acceso a precios alimenticios a niveles determinados”, dijo de la Torre recalcando que el Banco Mundial puede respaldar dichos esfuerzos y prestar su experiencia agrícola global.
El experto advirtió que no existe un modelo único para responder al aumento en el precio de los alimentos y sus consecuencias potencialmente devastadoras.
A nivel nacional, si bien un conjunto particular de políticas puede beneficiar a un gran número de pobres, éste podría no funcionar en otras economías con un elevado número de pobres pero que también reciban ganancias extraordinarias derivadas de la actual bonanza exportadora de materias primas. Tal es el caso, por ejemplo, de Argentina, un gran exportador de soja que está experimentando una gran mejora en sus términos de intercambio, si bien muestra aún áreas de pobreza en todo el país.
A nivel global, subsidiar el precio de los alimentos para proteger a los más vulnerables puede actuar como un disuasivo tanto para productores de alimentos locales como exportadores internacionales. Y, en un escenario extremo, si algún producto alimenticio en particular aumenta su precio de manera significativa, un país podría bloquear tal exportación y canalizarla al mercado local, desvirtuando aún más el escenario comercial internacional.
“Es un balance en donde el país debe velar por sus intereses, los intereses de las poblaciones vulnerables y el escenario económico internacional, que está crecientemente entrelazado”, dijo de la Torre.
Resumiendo las diferentes formas en que el Banco puede ayudar, de la Torre ofreció las siguientes sugerencias:
Respuesta inmediata:
* Respaldo financiero de emergencia y potencialmente incrementar programas existentes.
* Ampliación del respaldo financiero a programas de transferencia de efectivo sin comprometer la eficiencia.
* Acelerar los desembolsos de préstamos existentes como forma de prestar financiamiento de emergencia.
* El instrumento DDO y los derivados de materias primas pueden proporcionar una línea de crédito contingente y cobertura financiera, respectivamente, en caso de presión futura sobre las finanzas públicas.
Respuesta de mediano y largo plazo:
* Desarrollo adicional de programas e instrumentos sustentables.
* Ayudar a que los gobiernos incorporen estrategias de gestión de riesgos en sus políticas alimentarias – tal como seguros ante catástrofes en caso de sequías, inundaciones, etc.
* Mejorar las respuestas para así aumentar la oferta a través de programas de desarrollo y medidas que busquen mejorar la productividad agrícola y la competitividad.
* Préstamos para mejorar la productividad agrícola y así aumentar los rindes, reducir las pérdidas durante la cosecha, adoptar mejores tecnologías y prácticas productivas, y mejorar los vínculos con los mercados.
Algunas de estas ideas fueron el centro de atención durante una reciente visita a la región del recién nombrado director Carlos Felipe Jaramillo.
Jaramillo habló a los gobiernos y hombres de negocio centroamericanos sobre su temor a que se esté gestando una crisis alimentaria en la región y de las herramientas disponibles para abordarla, en particular una mayor inversión para la investigación de nuevas tecnologías agrícolas, que ha sido muy baja en los últimos tiempos.
“Esto asegurará que la región amplíe su capacidad de alimentarse a sí misma de mejor manera”, dijo.
La investigación y la innovación han dado sus frutos en países como Brasil, en donde la estatal Embrapa ha mejorado de manera exponencial la agroindustria brasileña, y se ha convertido en una fuente de conocimientos agrícolas para otras regiones del mundo – en especial África.
América Latina posee algunas ventajas comparativas como tierras buenas y fértiles, valles fantásticos y un clima que puede mejorar la producción de alimentos con poca inversión en nuevas tecnologías, destacó Jaramillo.
extraído del Banco Mundial